Nacemos a este mundo con la mochila vacía, sintiéndonos merecedores de toda la abundancia existente, pero a lo largo de la vida, en algún instante equivocado, se consolida en nosotros la vergüenza de desear. Sentir deseos y expresarlos se vuelve socialmente descortés e inaceptable, y nuestra mente ilimitada comienza a contenerse, a contraerse, a veces hasta el punto de asfixiar los deseos más profundos del alma en presencia de los otros con el fin de encajar.
Y de tanto contenernos, de tanto contraernos, dejamos de poner atención a lo que queremos y en lo que creemos y finalmente perdemos de vista quienes realmente somos. Pero al tiempo no se le olvida que encajar no es pertenecer y eventualmente terminamos abandonando los lugares a los que nunca pertenecimos.
Es por esto que, tanto en la vida en general como en las relaciones de pareja, se hace necesario tener claro lo que deseamos, creer que está bien desearlo, creer que somos dignos de recibirlo y ser capaces de manifestarlo. El deseo es una fuerza creadora que nos motiva a la acción y nos da impulso para alcanzar aquello que nos hace felices.
Si deseamos construir una relación de pareja a la que pertenezcamos y no en la encajemos, debemos poder comunicar sin temor y con claridad nuestros deseos, de esta manera siempre estaremos en la capacidad de reclamar nuestro sentido de identidad en presencia del otro, estaremos en la capacidad de estar presentes y ser expansivos.
¿Qué tal las fotos tan hermosas de la boda de María Camila y Daniel?
Fotografías tomadas por @ecfotografosdebodas